Aún, cuando te veo, mi estómago se encoje y mi corazón late con tanta prisa, que noto cada latido en la yema de los dedos. Cuando te oigo, me tiemblan las piernas y pestañeo con cierto desdén de admiración. Cuando me rozas, podría decirse que entro en trance, paralizo el tiempo, para sentirlo más de cerca. Pero, cuando tu olor llega a mí, en ese preciso momento, un éxtasis altera hasta el más mínimo nervio de mi cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario