Clown

Recordaba bien esa cara. 
Esa palidez momentánea por la noticia, que impactó en su pecho haciendo efecto. Con los ojos inyectados en sangre de rabia y las manos temblorosas de impotencia.


Pero seguía en pie.

The change.

Será por lo simple que es la situación, o por el incondicional amor que nos tenemos. Pero aquí dentro, en mi pecho, algo suena, algo familiar, que da golpecitos, y que poco poco se hacen más sonoros, hasta notarlos como un estéreo.
Al igual que por mis piernas recorren débiles cosquillas al darme cuenta de lo que me ocurre.

Superando sus límites.

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Con ella aprendí a querer y a ser querida.

Renacimiento.

Esa mañana llovía.
Lo supo entre sueños, por el sonido de las gotas contra su ventana, la ventana en la que se paraba a mirar caer la lluvia con agrado meses atrás.
Se despertó y supo que ese día algo iba a cambiar, que el cielo entre lloros le quería decir algo. 
Se asomó, y tras el cristal mojado vio pasar su vida entera, hasta pararse en una línea, de la cual, detrás de ella todo seguía su curso, pero ella no. Estaba estancada tras esa línea que un día forjó junto a él. En aquellas navidades.
Al separarse del cristal, supo que eso era una señal, que debía hacer algo al respecto y cambiar su vida de una vez. 
Lo primero que hizo fue ir hacia su armario, abrir los cajones, y buscar en la profundidad, algo que sabía que estaba ahí desde que lo encerró hacia tiempo. Al dar con ello lo sacó, era el suéter. El mismo que llevaba encima una historia; en las mangas las lágrimas secadas por dolor, en el cuello el olor de la colonia que la inspiraba y le recordaba lo feliz que era, y en la parte delantera se echaba de menos algo...
Rápidamente fue hacia una estantería donde de alojaban muchas cajas joyeras, de todos los tamaños, formas y colores. Divisó lo que buscaba; una cajita plateada que jamás se atrevió a abrir después de guardar dentro el collar que no dejó atrás ni uno de los días en los que era ella misma. Lo sacó y se lo puso, junto al suéter.
Tras mirarse en el espejo durante unos largos minutos, echando de menos su pasado, se dio cuenta que le faltaba lo último, pero no menos importante.
Volvió a la cajita plateada y en el fondo encontró un pequeño botecito, con un líquido transparente en su interior. Lo cogió y lo vertió en su mano para restregárselo por el cuello. Y cuando ese olor hizo presencia, llegó el tornado de recuerdos de palabras, lugares, besos, miradas y despedidas.
Ese día, se vistió de enamorada, pero aceptó su lugar y su destino.