Intentarlo no está mal.

Las luces se apagan; empieza la función.
La gente calla y se deja perder en la actuación.
Esta los envuelve, los atrae a meterse en los personajes,
la mente vuela por la sala,
y entonces me paro a pensar,
separo mis problemas, y los dejo en la puerta.
Entre escena y escena pienso lo sencillo que es todo,
lo bonito que fue, y lo bonito que queda
si sólo está en mi mente.
Ahí lo dejo; jamás volveré a dedicar un pequeño momento de mi vida a ello, a ti.
Fin de la función, adiós a mis problemas.


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